Ofelia Scheinin de Barenblit, fundadora de la Clínica Dental Barenblit, ha cumplido 87 años y sigue transmitiendo la pasión por todo lo que le rodea. Habla con entusiasmo de su pasado y conserva el espíritu de emprendedora que le llevó a crear la Clínica Dental Barenblit. Ofelia es dulce y fuerte a la vez, con una historia detrás que la ha obligado a evolucionar, progresar y convertirse en una referencia de la odontología convirtiéndose en miembro de honor de la Asociación de Mujeres Dentistas de España en 2005.
Explíqueme: ¿Cómo empezó su vida laboral?
Siempre tuve claro que quería estudiar odontología, y así fue: en 1951 entré en la Universidad de Buenos Aires y terminé la carrera en 1955. Un año después me casé, y nos fuimos a vivir a Monte Grande, un pueblo situado a 35 kilómetros de Buenos Aires.
¡Hace 64 años!
Sí: Allí monté mi primera consulta. La distribución de mi casa permitía disponer de una sala de espera y un consultorio. Empecé con una paciente, porqué era muy joven y con poca experiencia. Pero acabó teniendo un éxito indescriptible aquella consulta.
Debió ser una bonita experiencia.
Preciosa. Fueron 12 años maravillosos. Coincidió con el nacimiento de mis tres hijos y luego empecé un nuevo proyecto en la capital, mi segunda consulta.
¿Y qué tal fue?
La clínica obtuvo sus primeros pacientes rápidamente, porque en aquella época apenas había odontólogos. Pero la situación política del país era nefasta: hubo un golpe militar y las libertades desaparecieron. Mi marido en ese momento era el director del departamento de psicopatología en un hospital. Era médico, psiquiatra y psicoanalista. Empezó a enseñar y divulgar la salud: Ayudaba a todas aquellas personas trabajando la psicopatología. Fue un éxito pero no obtuvo la aprobación de los golpistas.
¿Su marido tuvo que abandonar dicho proyecto?
Sí, eso y lo despidieron de su trabajo. Desgraciadamente, cómo supimos que la situación empeoraba y no éramos muy estimados por militares, abandonamos Argentina rápidamente y nos vinimos a Barcelona.
¿Porque Barcelona?
Barcelona era conocida como una gran ciudad de acogida y un lugar de futuro. A parte, unos años antes de nuestro cambio, vinieron aquí familiares y amigos argentinos. Era una forma de sentirse arropados después de haber pasado una muy mala época.
¿Y se adaptaron bien?
En el aspecto laboral, mi marido creció muy rápido ya que el psicoanálisis era muy necesitado en aquella época. A parte, mucha gente lo conocia y obtuvo pacientes con bastante rapidez. Yo, en cambio, me tomé un corto tiempo descanso en mi actividad profesional para cuidar de mis hijos y organizar la situación. Familiarmente nos costó: irnos tan repentinamente del país y dejar los abuelos allí fue complicado para nosotros, pero más para los niños.
Pero volvió a trabajar.
Sí: empecé a trabajar por cuenta ajena, en clínicas de colegas. Estaba contenta porque nos habíamos levantado de aquel mal episodio y podía compaginar mi tarea como madre y como odontóloga.
Y quiso su proyecto propio….
Sí: ¡mi tercera consulta!
¿Tiene alguna anécdota?
Muchas, pero una muy curiosa: Una vez vino una madre desesperada con una niña de 4 o 5 años. Ésta tenía caries y no se dejaba curar por nadie. Yo, cómo había tenido la experiencia de mis hijos y mi especialidad era la pediatría, fui curándole mientras le explicaba cuentos. Ella, tan tranquila se dejó hacer y pude sanar su boca. Más tarde supe que la madre era la hermana del director de una de las mutuas más grandes del país.
Y el director contactó con usted.
¡Le contaron que yo había hecho un milagro! Quiso que colaborásemos y él me traía a la consulta los afiliados a su mutua. Fue un trato que benefició a las dos partes. Empezaron a llegar todos los ejecutivos y les gustó como trabajaba. Se hizo mucho ruido por el barrio y todo el mundo acabó en mi consulta. Tenía que dar la visita con meses de antelación.
Y luego llegó la expansión de la consulta…
Mi hijo quería estudiar la carrera de odontología así que se formó y estudió la especialidad de Implantes en Nueva York y de Prótesis en la Universidad de Barcelona, donde actualmente es profesor y dirige el Máster de Implantes.
Quisimos un espacio más grande y en seguida nos mudamos a la clínica actual, en el año 2000. Nos conocía mucha gente, y desde entonces somos una clínica de referencia.
¿Hasta cuándo ejerció?
Bueno… Digamos que la edad oficial de jubilación me la salté un poquito. Dejé de trabajar con 73 años. Tuve el honor de celebrar las bodas de oro de la profesión, un día que nunca olvidaré.
Fue emprendedora y pionera. Debía haber pocas mujeres cómo usted.
Cierto. No había mujeres que creasen su propio negocio. Mi situación era extraña y más en el ámbito de la odontología. Coincidieron las dos situaciones: había pocas mujeres dentistas y pocas mujeres emprendedoras. Y yo era las dos.
Han pasado unos años y la clínica sigue teniendo éxito. ¿Cuál es el secreto?
En primer lugar y lo más importante es la calidad humana del equipo. Pero también es muy primordial la formación: la actualización constante de los conceptos y de las tecnologías. El buen material también es relevante y sobre todo el talento del equipo. Creo que nuestra clínica reúne todos los ingredientes para que el paciente esté tranquilo, seguro, bien atendido y satisfecho.